Carlos Figueroa Ibarra

n un libro Pureza Moral y persecución en la Historia (2000), el gran  sociólogo estadounidense Barrington Moore Jr., se dedicó a estudiar cuatro casos de persecución  motivados por la idea de la pureza moral. La que practicaron los antiguos hebreros  en base al Antiguo Testamento, la que propició la matanza de los hugonotes en la Francia del siglo XVI, la que postularon los jacobinos en la revolución francesa,  y la que postularon en las civilizaciones asiáticas el brahamanismo, el budismo y el confucianismo. Moore analiza magistralmente cómo un cuerpo de dogmas y una falsa autorrepresentación  de pureza, puede originar los hechos de intolerancia y violencia más aberrantes. Por supuesto que hay otros casos de pureza que generaron hechos aún más terribles como la pureza de raza en el caso del nazismo y la pureza ideológica en el caso del stalinismo.

He recordado de manera intensa el libro de Moore al vivir y observar la confrontación interna en Morena. En todas partes, pero sobre todo en los partidarios de Bertha Luján, he advertido una falsa autorrepresentación de pureza política e ideológica en nombre la cual un sector del partido se imagina a sí mismo  como  la encarnación de la salvación de Morena ante el embate de un grupo de corruptos, oportunistas, arribistas, advenedizos,  equivocados  en el mejor de los casos, que están comandados por Yeidckol Polevnsky. Este sector de “impuros” traicionan los postulados éticos y políticos de Morena  distraen al partido de las tareas urgentes (organización y trabajo ideológico)  que deben acometerse ante los ataques de la derecha, y están ocasionando el peligro de su destrucción. Todo ello lo originan porque quieren perpetuarse en los puestos de dirección. A diferencia de los “impuros”, los “puros” se presentan como los fieles intérpretes de la voluntad de Andrés Manuel López Obrador, como los auténticos representantes de las bases mayoritarias de Morena y por supuesto como desinteresados en ocupar cargos en el partido y en el gobierno.

Con estas falsas autorrepresentaciones los partidarios de Bertha Lujan han originado una suerte de persecución y/o terrorismo ideológico en las filas de Morena. Véase el artículo de Pedro Miguel el cual con el revelador título de “Rescatemos a Morena”, presenta el conflicto interno como una confrontación entre “la parte dominante del CEN” y la “abnegada militancia de Morena”. Dicho sea de paso me deja sorprendido la queja de Pedro ante las diatribas que reciben los partidarios de Luján como si no supiera del linchamiento lleno de insultos que han recibido Yeidckol Polevnsky y sus partidarios (véase mi artículo https://www.e-consulta.com/opinion/2019-11-20/que-nos-divide-en-morena-el-odio-en-nuestras-filas). O el juicio sumario de Enrique Dussel en uno de los Consejos Nacionales quien visualiza la situación de Morena como la fortaleza sitiada de la que habló Loyola y como “traidores” a los que  nos permitimos disentir  de su facción. O los desesperados llamados de Rafael Barajas a no hacer el juego a los que buscan desviar al partido de sus tareas urgentes.

Me parece que éste análisis de la conflictividad interna en Morena, pretende olvidar que el conflicto nació con las pretensiones del antiguo Secretario de Organización de seguir controlando al partido a través de no entregar el Padrón de Afiliados de Morena sino hasta septiembre de 2019. No ayudó el que una parte importante de sus operadores como Coordinador Nacional de Programas Integrales de Desarrollo hayan sido acusados de usar sus cargos para controlar participantes y votantes en las asambleas distritales para el Congreso Nacional que debería haberse celebrado en noviembre de 2019. Este proceder explica en lo esencial el que 81 de las 300 asambleas distritales se hayan visto suspendidas y que buena parte de las que se realizaron se hicieron con quejas acerca de un padrón rasurado e inflado a modo. A este conflicto se agregó el que generó el grupo promotor del Instituto de Formación Política con un proyecto que convertía la necesaria autonomía de dicho instituto, en un organismo que manejaba con independencia el 50{d68e4584cf895f1b04d853b1a781ed132ac0e8d3d277e8a02eb087d7d504c641} de las prerrogativas del partido, centralizaba su funcionamiento e ignoraba el papel que debían jugar los comités ejecutivos estatales en las labores de formación política.

Los promotores del IFP ignoraron la necesidad de un trabajo conjunto con el CEN y desconociendo a los actores y sectores importantes del partido, incorporaron a la organización del Instituto a no pocos de los que según Héctor Díaz Polanco “eran clientes frecuentes de la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia”. Fui testigo de cómo en una sesión del CEN, Rafael Barajas se comprometió a aceptar  a que aprobando el CEN el proyecto del Instituto de Formación Política en lo general, este órgano del partido procediera a sesionar para discutirlo en lo particular. Dos días después en una sesión del Consejo Nacional, Barajas desconoció dicho acuerdo (y con ello desconoció la participación del CEN en la formación del IFP) argumentando que había consultado con su grupo y que éste le había dicho que se debía aprobar en lo general y en lo particular. Vino después un mayoriteo que en gran medida explica el estancamiento en el funcionamiento del Instituto.

El maniqueo análisis de “puros” e “impuros”, ignora que  el conflicto se agravó aún más cuando en nombre de las bases y la pureza política e ideológica se hizo a un lado la propuesta de López Obrador de usar la encuesta como procedimiento para elegir a la presidenta o presidente del CEN. El argumento de que ese procedimiento traicionaba al estatuto en realidad encubría la certeza de que en la encuesta  no la ganaría Bertha Luján. Otro elemento ignorado, es la pérdida de la certeza en la imparcialidad de la Comisión de Honestidad y Justicia con situaciones verdaderamente anómalas como la de su Secretario Técnico tomando partido abierto por una de las facciones en pugna. O que su Presidente no haya sido mediador en las negociaciones políticas sino parte del equipo de Luján. Cómo puede verse la situación de Morena va mucho más allá de una ideologizada versión como la que me he permitido criticar en estas líneas. Acaso la solución del impasse de Morena se observe cuando aceptemos todos la parte que nos corresponde en el conflicto y abandonemos el discurso de la pureza y la persecución que implica.