México podría convertirse en un actor clave dentro del mapa mundial de los minerales estratégicos. En medio de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, el país comienza a perfilarse como un “centro emergente” para el suministro y producción avanzada de tierras raras, de acuerdo con un estudio de la firma IMARC Group.
El análisis proyecta que el mercado mexicano de tierras raras crecerá 16.36 por ciento anual durante la próxima década, pasando de 149.28 millones de dólares en 2024 a 535.71 millones en 2033. Aunque las cifras no reflejan producción directa, sí muestran el potencial económico que podría generarse con el auge de las tecnologías limpias y la transición energética.
El contexto internacional ayuda a explicar el interés. Las tierras raras —un conjunto de 17 elementos químicos metálicos esenciales para fabricar desde teléfonos inteligentes hasta imanes y baterías— se han convertido en piezas clave de la disputa comercial entre Washington y Pekín. Antes del encuentro entre los presidentes Donald Trump y Xi Jinping, ambos gobiernos acordaron posponer restricciones al flujo de estos materiales hacia territorio estadounidense.
Pese a su nombre, las tierras raras ni son tierras ni son tan raras. Como recuerda un informe de BBVA Research, en realidad se trata de óxidos abundantes en la corteza terrestre, pero difíciles de aislar. Su importancia radica en que son insumos estratégicos para la transición energética y el desarrollo de tecnologías de punta, desde turbinas eólicas hasta vehículos eléctricos.
Sin embargo, la producción mundial sigue concentrada en pocas manos. De acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), China dominó el 69 por ciento de la producción global en 2024, con 270 mil toneladas métricas. En contraste, la industria estadounidense apenas representó el 11.5 por ciento del total, mientras que México aún no figura ni como productor ni como procesador relevante.
El desafío para Estados Unidos radica en su dependencia de Asia. Según datos del USGS, entre 2020 y 2023 las principales fuentes de importación fueron China (9%), Malasia (13%), Japón (6%) y Estonia (5%). Aun así, el propio organismo reconoce que buena parte de los materiales provenientes de estos países se originan en concentrados producidos en Australia, China y otras naciones.
En cuanto a reservas, la desigualdad también es marcada: de las 90 millones de toneladas de tierras raras detectadas en el planeta, China concentra casi la mitad (44 millones), seguida por Brasil (21 millones), India (6.9 millones), Australia (5.7 millones), Rusia (3.8 millones) y Vietnam (3.5 millones). Estados Unidos apenas cuenta con 1.9 millones de toneladas, el 2.1 por ciento del total mundial.
En este escenario global, México asoma como un territorio con potencial aún no explotado. Si logra consolidar su capacidad de exploración, procesamiento y manufactura avanzada, podría convertirse en un eslabón estratégico dentro de las nuevas cadenas de suministro para energías limpias y tecnologías de alto valor agregado.
