Washington, D.C.— En un movimiento que eleva la tensión en el Caribe, Estados Unidos desplegará en las próximas horas tres destructores de misiles guiados frente a las costas de Venezuela, como parte de una operación para combatir a los cárteles de la droga que operan en América Latina.
De acuerdo con fuentes cercanas al gobierno estadounidense, las embarcaciones —el USS Gravely, el USS Jason Dunham y el USS Sampson— estarán posicionadas en las inmediaciones del país sudamericano en un lapso no mayor a 36 horas. Todas están equipadas con el sistema de combate Aegis, una de las tecnologías más avanzadas de detección y ataque naval.
Aunque no se ha emitido un comunicado oficial por parte del Pentágono ni del Comando Sur, las fuentes consultadas aseguran que esta acción forma parte de una estrategia regional para reforzar las operaciones antidrogas en el Caribe y el norte de Sudamérica, regiones señaladas por agencias estadounidenses como rutas clave del tráfico de estupefacientes hacia el país del norte.
El despliegue de estos buques se interpreta también como un mensaje político, ya que Venezuela, bajo el mando de Nicolás Maduro, ha sido reiteradamente señalada por Estados Unidos como un actor permisivo —cuando no cómplice— del narcotráfico internacional. En más de una ocasión, el Departamento de Estado ha acusado a funcionarios venezolanos de tener vínculos directos con redes criminales dedicadas al transporte de droga.
Este tipo de operaciones no es nuevo. En abril de 2020, el entonces presidente Donald Trump anunció un incremento en la presencia militar naval en el Caribe para intensificar la lucha contra los cárteles de la droga durante la pandemia. Ahora, con un contexto regional marcado por la inestabilidad y la expansión de rutas del narco, Washington vuelve a mover piezas estratégicas.
Hasta el momento, el gobierno venezolano no ha reaccionado públicamente al inminente arribo de los destructores estadounidenses. Sin embargo, en anteriores ocasiones, Caracas ha calificado estas maniobras como “provocaciones imperialistas” y “actos de intimidación militar”.
El despliegue de estas naves ocurre además en un momento clave para las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, donde varios países han criticado el enfoque punitivo de Washington frente al problema del narcotráfico, exigiendo en cambio medidas centradas en la reducción de la demanda y el combate a las estructuras financieras del crimen organizado.